viernes, 29 de agosto de 2014

"Bienvenido a Edx" por Rocío Sala Espiell


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Revista Cosmocápsula número  10. Julio – Septiembre 2014. Cápsulas literarias.


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Bienvenido a Edx


Rocío Sala Espiell





***


Bienvenido a Edx, mi nombre es Elexa, ¿en qué puedo ayudarlo?” No pudo contestar, se limitó a mirarla: ojos oscuros, pómulos marcados, cuello largo y enseguida la nada misma, un cuerpo recto, tapado por un conjunto de enfermera, como los que se usaban hacía años. Quiso preguntarle si todos los empleados del lugar eran como ella, pero solamente afirmó con la cabeza. Atravesó la puerta y tomó asiento al lado de una pareja de ancianos y de una chica de unos dieci-tantos años.


La ansiedad rondaba en el aire, las expectativas, el qué será. Ante cada número todos levantaban la cabeza, miraban la pantalla que llevaba la cuenta y la volvían a bajar. Dijeron su número, Elexa se acercó y le tendió el brazo para acompañarlo hasta el consultorio: dientes blancos, derechos, con una abertura en el medio. El detalle, pensó, recordando lo que solía decir su marido. No estaba en el plan traerlo de vuelta, pero no lo podía evitar. La decisión seguía siendo de a dos. Eso quería: seguir siendo dos hombres en la casa, dos personas para cada decisión. Quería de nuevo a su esposo.


Caminaron hasta estar frente a la única habitación que tenía la puerta abierta: tres sillas frente a un monitor gigante con un par de ojos que lo miraban, lo atravesaban, lo llamaban. Le agradeció por acompañarlo hasta ahí y atinó a cerrar la puerta, pero Elexa pasó con él y le indicó que tomara asiento.


Elegís desde acá –dijo, señalándole el tablero que parecía ser la continuación del monitor– y allá podes ver la representación de tus manos –señaló la pantalla. Se veían sus dedos, las huellas, la textura, las líneas.


   –Está bien –dijo, intentando que parara, no quería más explicaciones. Ya había estado. Ya habían estado–. Gracias –agregó, y antes de que la palabra terminase de salir de su boca ya estaba solo.


El lugar quedó vacío; desierto. La soledad le pesaba en los hombros y lo hacía dudar sobre cuáles eran sus verdaderas intenciones. Quería apostar a una familia, pero hacerlo así no era la idea. Acercó la mano al tablero, pudo ver sus dedos en la pantalla y los llevó hasta la palabra: “EMPEZAR”. El lugar se llenó de vida, de colores, de sonidos, de olores; sus sentidos se activaron por acá y por allá. La experiencia de crear.


¿Random o a elección? Elección.


¿Hombre, mujer o hermafrodita? Hombre.


¿Bebé, adolescente o adulto? Adulto.


¿Estático o evolutivo? Estático.


Le habían explicado cómo iba a ser, los pasos que tenía que dar, pero al hacerlo se sentía todo tan automático, falso. Miró la pantalla, las opciones, las diferentes facciones que de repente habían aparecido, y cada uno de los detalles que formaban a esa persona que quería volver a tener, cada uno de los defectos, todo. Demasiadas opciones. No quería hacerlo, no iba a ser realmente él: sería un algo, un alguien, pero no él. Habían sido aceptados como humanos, pero nadie lo podía comprobar.


Volver. Volver. Volver.


Quería tener una familia y al mismo tiempo tenerlo de vuelta. Permitían uno por año por persona, no podían dejar que hubiera huérfanos creados artificialmente, aunque se suponía que llegada a cierta edad eran autosuficientes, como cualquier otro humano.


¿Random o a elección? Elección.


¿Hombre, mujer o hermafrodita? Hombre.


¿Bebé, adolescente o adulto? Bebé.


¿Estático o evolutivo? Evolutivo.


Una familia, un hijo, alguien a quien educar y ver crecer. Quería elegir sin discriminar, darle un futuro, hacer un bebé apto, un humano acorde a las necesidades actuales. De nuevo las facciones: ojos oscuros, pelo castaño, altura máxima, calzado, intereses artísticos y científicos.


Enviar.


Su pedido está por ser enviado a la central. Una vez hecho esto tiene 24 horas para deshacer el pedido. ¿Desea continuar?


Deshacer.


Volver. Volver.


No había ido con esa idea, necesitaba otra cosa, volver a ser dos para elegir.


¡Elexa! –gritó y enseguida vio como se abría la puerta a sus espaldas. Se acuclilló a su lado y le preguntó en qué podía ayudarlo.


¿Quién sos? –Preguntó, sin animarse a preguntar “qué” en vez de “quién”. Necesitaba saber qué estaba por hacer, por crear.


Mi nombre es Elexa y estoy acá para ayudarlo.


Un nombre, ¿eso somos? Pensó, mirándola fijo. Era más que eso. Seguramente trabajaba seis horas, tenía amigos, gente que no sabía que había sido creada de forma artificial, personas que no se daban cuenta que cada elección en su vida había sido previamente programada.


No Elexa, ¿quién sos?


Mi nombre es Elexa y fui creada a elección, de forma estática, con treinta y dos años…


¿Sos feliz? –No pudo escuchar más y la interrumpió. Su discurso había sido previamente elaborado. Él no quería eso. No quería eso para nada ni nadie.


No señor. Mi estado de ánimo es cambiante, fue denominado neurosis con posible derivación en depresión a causa de inestabilidad y una sensación de felicidad inalcanzable.


Quedó mudo. Se llevó la mano a la cara y se refregó los ojos. Le agradeció a Elexa y le pidió que se retirara. De nuevo la soledad, e intentar entender cómo alguien crea un sujeto así.


Es inhumano crear una psiquis inestable –susurró y sus palabras lo hicieron retroceder. No podía hacer eso.


Volver. Volver.


Random.


Usted está por dejar un paso al costado a la ciencia, cada una de las opciones desestimadas es un riesgo para el nuevo humano, una posibilidad de fracaso.


¿Fracaso? ¿En qué nos convertimos?


Lo felicitamos, está apostando a la evolución natural de la especie. Por favor, firme en donde está la “x”. La voz acompañó letra a letra a la mano invisible que fue escribiendo en la pantalla, hasta dar lugar al sitio en donde tenía que firmar. No elegir significaba riesgos, pero después de todo estaba creando un humano, por eso había elegido random. No quería un robot. Sacó rápido la mano del tablero: no quiero un robot. Pegó un salto. ¿En qué me convertí?, dijo para sus adentros y salió sin firmar, sin poner enviar, sin hacer su pedido.


 




Rocío Sala Espiell (Argentina, Buenos Aires – 1992) Soy estudiante de las carreras de Licenciatura en Letras y Artes Audiovisuales en la Universidad Nacional de La Plata. Estoy interesada en la escritura desde muy chica: empecé con ideas plasmadas en un papel que me ayudaban a traspasar los problemas típicos de la niñez y la adolescencia. Continué produciendo cuentos cortos y hace ya algunos años que intento aprender lo que es la producción de novelas. Participé de varios concursos y sigo intentando abrirme paso en el mundo de la escritura.


Mi página personal en donde publico diferentes tipos de narrativa: https://www.facebook.com/WordsofDew





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